Me parece importante comenzar definiendo a qué nos referimos cuando hablamos de “maltrato” y, para ello voy a citar la definición de la OMS:
“Cualquier acción u omisión de acción que viole los derechos de los niños y los adolescentes y afecte la posibilidad de que disfruten de un grado óptimo de salud, que afecte su supervivencia o su desarrollo”.
Por lo tanto, al referirnos al maltrato infantil estamos hablando, entre otros, del daño psicológico, la negligencia, el trabajo infantil y el abuso sexual.
Durante el 2020, mientras la pandemia afectaba y complejizaba la realidad de todos, la situación de las niñas y niños en riesgo se agudizó aún más. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación registró que las llamadas a la línea 137 por violencia intrafamiliar y/o sexuales aumentaron en un 20% en relación al mismo periodo que en 2019. Alerta saber que, según datos del organismo, la violencia familiar aumentó un 28% y los abusos sexuales un 13%.
A nuestro Hogar llegan chicos y chicas que pasaron y atravesaron situaciones de maltrato. No es una situación única, abrupta o aislada, sino que hay un daño profundo en ese niño o niña. Cuando las autoridades resuelven que sea derivado a un Hogar convivencial, es porque otras instancias de solución fueron agotadas y la gravedad es máxima. Sabemos que es muy difícil imaginar el cuánto, pero la experiencia nos muestra que no hay límite en el maltrato y día a día nos siguen impactando las historias tristes que vivieron los chicos.
Cuando los recibimos están llenos de temor y a la defensiva, sin creer en nosotros, ni en otros chicos, mucho menos en ellos mismos. No creen en una vida mejor en la que puedan vivir su niñez con diversión, ir a la escuela o comer todos los días. En el Hogar se aprende a ser niñas y niños de nuevo, ir de la mano al médico es un plan, curar una lastimadura es toda una ceremonia, como lo es bañarse, ponerse ropa nueva y leer un cuento antes de dormir.
“Contame lo que te pasa, a mi me interesa” es una invitación que suele escucharse seguido en el Hogar. Y así, una psicóloga le da el espacio a una de las niñas que no cesaba de llorar en un pasillo para tener un rato con ella y que pueda poner en palabras ese llanto, poder transitar ese dolor y resignificarlo.
El gran desafío que tenemos frente al maltrato es erradicarlo, que ellas y ellos puedan nutrirse de experiencias de un trato respetuoso, que construyan su autoestima y que puedan dar lugar a esa resiliencia desde la cual vislumbren tener una vida plena.
Desde el Hogar María Luisa queremos que salgan fortalecidos. Queremos que aprovechen el tiempo vivido con nosotros para aprender de sí mismos, poner en palabras a los enojos y sentimientos de injusticia, a trabajar la empatía para con los otros.
Aquí no hay lugar para la lástima, tienen grandes recursos y están en ese momento de la vida donde todo está por desarrollarse, por explorar. Donde los aprendizajes se dan con mayor facilidad. Es por ello que tenemos un gran equipo para dar respuesta, nuestras propuestas son educativas para que construyan seguridad y se potencien.
Hace poco, una institución con la que trabajamos en red, brindó a los chicos un taller sobre los derechos del niño y se sorprendieron por lo mucho que ellos sabían de la temática. Es un orgullo verlos y escucharlos, y saber que todo el esfuerzo que hacemos en el Hogar por ellos da resultados.
¿Qué hacemos? Contamos esta realidad, construimos futuro para una sociedad libre de maltrato infantil. Invitamos a la sociedad a sumarse, a que juntos hagamos juntos #UnBuenTrato por los chicos.
Ana Alvarez, Directora
En el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil asumamos juntos el compromiso.